Cuando era joven, débil y de limitada capacidad intelectual, (todavía no había alcanzado un asnífluo grado universitario), me consideraba superior a los cafres que nos gobernaban y muy superior a los empresarios, perversos y negreros cuya mente, en su trasfondo, no es más que médula descerebrada para follarse a la heroína particularmente atinada, que le saca las castañas del fuego, la castaña, en su despacho directivo.
 Desde que adivinamos la falsa transición democrática bañándonos en una Casa de Baños de la calle Embajadores, en Madrid, o en un retrete de un Bar de Copas en la calle Libertad, de Madrid, también, nos encontramos tan subyugados como el día de antes de los muertos y asesinados por el sacro fascismo, que dotó de notable capacidad criminal a los santos y beatificados pedófilos, haciendo que su santa madera fuese su arma principal para el proceso posterior que nos afrenta.
 Al mismo tiempo, mi Juventud se movía en conciertos en el Extranjero, en los que, de hecho, yo buscaba a la joven atea y libertaria que había renegado de la tradición exegética católica, y que me permitiera insertar mi virilidad en su ingenioso sexo, que yo le suponía ágil en una celebración del acto sexual. Como así fue :
 En un concierto de LynyrdSkynyrd, con sus "Hombre Simple·, y "Pájaro Libre" ; en otro concierto de JimiHendrichExperience, y su "Todo contra el Centinela", y otros grupos de Rock, cuando saltábamos emocionados y excitados, totalmente extasiados por la Música y su canción, nuestros saltos eran eléctricos, revalorizando nuestros sexos sin cuestionar la manipulación de uno con otro que era, en práctica, la principal razón de ser y estar en tales conciertos, confirmando que la Música no amansa la fiera, si no que la permite rescatar su valor y fortaleza.
 Recuerdo que una joven preciosa delante de mí, con la que me identifiqué, Cirene, californiana, descubriendo mi firma en los saltos que dábamos de alegría, me dijo besándome, cual madero salvador buscando el clavo :

- Ya no hay más que ver, ¡gocemos¡ El Amor encuentra su camino.

- Este camino le vamos a firmar con nuestros nombres, le dije amoroso, en razonamiento fálico, con la firma de un marido a su dama de honor.
 Le hurté el tanga a la chica. Salió el triunfo, con los músicos cantando, notando en ellos un léxico orgásmico.