Estoy sentado en una taza de cristal de Roca, muy parecida a la que usaba Fernando III, curiosa e interesante por sus inscripciones piadosas, esperando revelar mi estado de defecar. La cafetería donde estoy está frente a la iglesia de san Pedro donde fue bautizado Velázquez, y, mira por donde, al limpiarme, me ha quedado alguna mancha entre los dedos índice y medio, que limpio sobre la pared, convirtiéndola en una nueva cueva de Altamira, pues he dibujado, sin querer, unos cuernos y un medio hombre o una vieja parecida a la de Rodin.
 Giñando me gusta leer y, ahora que me siento como en la Puerta de la Macarena, leo que en tal pueblo o tal ciudad un tío mató a una tía por no quererle ella a él más, a la salida de casa para ir a trabajar. Ya la había amenazado poco después de casar : "te he de cortar la cabeza o tu lengua principal", este malvado, cruel y áspero en su modo de tratar, ella sufriendo el castigo y la represión sin rechistar ni decir nada, ni tan siquiera a la autoridad, como sucede con madres e hijas a quienes el novio o esposo soez y criminal con aquel pañuelito o fular que de novios a la novia regaló las ahogaba en la mañana después de misa y de ir a comulgar.
 He venido a Sevilla porque mi amigo Leo me dijo un día "que quien no folla en Sevilla, no jode de maravilla". Yo, hasta ahora, no me he comido un rosco, ni tan siquiera los de los Donuts, que no me gustan. Estoy terminando este baile peculiar del vientre- Ya escucho su tonada a cuyo compás canto seguidillas. Seis libertos me han salido del culo, y me siento como divinizado, como un Majara de la India quien, en estado de turbación, ocupa el sitio de un mojón, como el que vi en el Patio de las Muñecas en el Alcázar. La taza quedó repujada, esperando que un camarero o visitante tire de la cadena.
 No sé cuánto tiempo pasé sentado en el espolón de l a taza, Al salir, me di cara a cara con un camarero, quien me reprendió, echándome en cara el no haber tirado de la cadena. Sin reparo le dije que :"mi asiento trasero está dividido en tres" ; y salí a la calle, a ver si me merendaba una chirla. La encontré en la Puerta del Perdón en la Catedral, llevándome ella a un hostal muy cercano. Allí se echó contra la cama, que tenía una colcha parecida a un capote de monte de bandolero, tirando de mí hacia ella, cayendo yo, o mejor mi pene, contra ese hueco o espacio abierto en el cuerpo por el hecho de haberse roto, dejándome desconcertado al hablarme así haciendo el acto sexual :

- Rosino ¿no serás tú el asesino ? ¿Quién ha sido el criminal ? Si ahora mismo lo cogiera lo cosería a besos y puñalás.
 Yo la manoseaba de forma tosca. La montaba en mi mango largo, rozando su zarzal. Ella estaba ruante, que rua, Era la pava representada en el escudo heráldico con mi cola abierta. Yo le dije, para terminar :

- Este polvo a treinta euretes te lo hecho y lodedico a todas las chicas viudas o solteras, que no hagan casode otro hombre, aunque tengan el suyo disfrutando en lupanar.
 Le provoqué enlapiel una rubicundez parecida a laque producen los medicamentos. Me cantó :

- Un Asno más para Sevilla y su maná.
 Cuando salí del Hostal, vi que estaba frente a la fachada de la Casa Consistorial.