Desde la primera vez que leí su nombre en un documento de pago, me llamó extraordinariamente la atención y deseé, con todas mis ganas, llegar a conocer a este hombre que tenía que ser alguien muy especial. Sus padres, para ponerle este nombre, tuvieron que ser de pícaro ingenio, y el niño tuvo que amenizarles, es seguro, todas sus sobremesas.
 Llegó el día que se presentó en la Intervención municipal,donde yo trabajaba, a preguntar por una factura que yo le había retenido hasta saber quién era don Coito y cómo era el tal señor. Y, sí, era un señor ;de talla media, bien parecido y orgulloso de llevar ese nombre y tal apellido. A mí me pareció, aquí, un hermoso aguilandero pidiendo aguinaldo.
 Le atendí yo. Me preguntó por su factura. Le dije que estábamos en ello, y que pondría su libramiento entre las primaros a la firma del Alcalde, porque no era justo que dieran prioridad a los de los contratistas y empresas punteras donde prevaricaban a placer el alcalde y sus concejales, al mismo tiempo que recibían prebendas, por ello, el depositario y el interventor de turno ; que, en unos días, le sería ingresado, en su cuenta bancaria, el importe figurado.
 Se fue don Coito con una alegría cantada en su rostro. Antes, le había preguntado que si no les fue difícil a sus padres poner ese su nombre en el registro de nacimientos. Me contestó :

- Se puede imaginar usted en una sociedad cristo facha, donde todos los nombres debían ser josés y marías.
 Sonreímos, y marchó.
 Al sentarme en mi mesa, junto a una compañera (en la sección estábamos como sardinas en lata), le pregunté a ella :

- ¿Has visto a don Coito ? ¿Te gustaría volver a verle ?
 Ella se sonrojó y apoyó su rostro en mi pecho ; lo que me encantó e hizo sentir como un pícaro rufián del culo. Hice fuego graneado con mis dedos en su cara, y estuve a punto de besarla, pero ella se retiró, al ver que mi religiosidad carnal se hacía copla en la bragueta.

- Por el nombre de María, que yo no hago bailes de rondeña, exclamó.
 Don Coito volvió a los quince días a preguntar por su factura, y justo le dije que hoy se le había ingresado su importe en la cuenta. Él se puso chispero, castizo y llano. Diamantino. Yo le pregunté que quién le había firmado la compra de esa pulsera de oro. Me dijo :

- El señor Interventor. El me comentó que,según le dijo, era para el señor Alcalde, para regalar a una dama de una ONG, que se lo merecía.
 Yo exclamé, al instante :

- ¡Prevaricación¡
 Don Coito respondió :

- Esto será prevaricación o malicia de malhechor, pero esto lo hacen y lo harán los políticos todos los días.
 Yo asentí con la cabeza, alargando mi mano hasta el apretón de la suya.
 Regresé a mi mesa, junto a mi compañera Ave, de Avelina, Me senté, y le dije :

- ¿Has visto a don Coito ? ¿Te gustaría volver a verle ?
 Ella, con la expresión más rotunda de lossentires hispánicos sagrados, me dijo :

- Métete a don Coitoen tu pandero, y siquieres tira de la cuerda, pero a mí me dejas.

- Vale, abeja maya (por no decirle puta). Espero que figures, algún día, en la colección de obispas del Arcipreste de Talavera ; o hagas pausa en la sílaba primera del Coito.
 Esto que le dije, le invitó a la risa, pero no rio, ni miró mi mayo que iniciaba su canción elevándose hasta tocar los bajos de una mesa de añosa encina.