¡Qué majete el chaval¡ ¡Cómo gozaba con su galga Xoxete¡ ¡Qué bien se divertía Lafollete viendo cómo los perros del lugar venían a mear y a olfatear en lo meado de ella¡ Él les oía decirle ladrándola en su vagina : "La orina buena y tú también, mucho os quiero joder, Xoxete". Y ella repetía : "Yo a vos también".
A Cristian esto no le venía bien, y se enfadaba. No quería ver a su galga arrastrada por las calles del pueblo, siendo el hazmerreír de los más cafres, que les tirarían piedras ; y otros que, al verles uncidos y enlazados por detrás, se harían pajas tras una ventana, como se le ha visto.
Cogió a su galga, la separó de los demás perros, confesándole la verdad : que mucho la quería ; que la quería virgen ; que por eso le ponía un delantal de cuero chiquito tapando su vagina, como si fuera un cinturón de castidad. A los perros les colocó en el cuello, por delante, una galga o palo grueso y largo como freno de sus actos de querer montarla.
Él la cuidaba y vigilaba mucho, pues despertaba la codicia de los demás, y mucha gente forastera y extraña pasaba de noche por su casa con la idea, para él, de robarla. Su madre, al oír algún ruido, siempre le decía : -Hijo, hay moros en la costa ; y el chaval se lanzaba a la calle con una cayada, especie de bastón con cabeza curva, a veces una estaca, con el deseo de poder ver a alguien que intentase llevarse a su galga para lanzarles a los pies y tirarles al suelo, como hacía su padre con los conejos y las liebres, cuando iba de caza.
Quería, también, poder coger, a alguno de los malos y desaprensivos que el otro día le habían lanzado a su Xoxete unos trozos de carne envenenados, que así lo confirmo en un informe el Laboratorio municipal donde les llevó a examinar ; lanzarles la cayada a la cabeza o a los pies para descalabrarles o perniquebrarles.
Cristián ya había dado parte de estos hechos a los defensores de los animales y al Cuartelillo para que, vigilantes, les echaran un galgo rabilargo al cuello, yleshicieran presos y cautivos.