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Article publié le 6 janvier 2019. oOo Era tan impuntual Rodrigo Cosme que hasta su cita con la muerte, llegó tarde. Quien hubiese visto con detenimiento la carroa, aquella mañana de domingo, se habría dado cuenta de que alguien le precedía gritando a voz en cuello : "¡Dejenme entrar al ataúd !", pero todos, concentrados en su dolor, no lo veían. Así que se hicieron los oficios religiosos de cuerpo presente, sin estar éste realmente, donde debía. Lo peor fue a la hora que quisieron destapar la puertecita que muestra el rostro, pues no había nadie detrás del vidrio, y , confundido el de la funeraria, pero buscando no quedar mal, exclamó respetuosamente : "¡Evitemosle el dolor a los presentes !", y cverró esa parte de la caja. Luego, aquel ataúd elegantemente ataviado, fue enterrado... ¡Sin muerto adentro ! Desde entonces, Rodrigo se dedica a espantar a los incautos en el cementerio. |
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