Escenario. Frente a una ventana donde afuera llueve, el Hombre está sentado. Al abrirse el telón, el Hombre se levanta y habla.

El Hombre.

En aquellos días en los cuales el sufrimiento nos abate, y como el rey David al huir de Saúl nos sentimos presas de la desesperación, parece que el mundo se nos cierra y no vemos la salida.
Son tiempos de fe, cuando somos puestos a prueba y la lucha y combate no pueden ser con armas carnales, si no con le fe en Dios y en sus promesas.
Es más fácil caer en la desesperanza y refugiarnos en la autocompasión, pero Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, si no de amor, valor y dominio propio
Es el momento de enfrenta nuestras propias guerras y aquello que nos atemoriza y no nos deja tranquilos.
Saúl perseguía de forma inmisericorde a David porque era mejor que él, y Samuel ya se lo había advertido. Por eso buscó las oportunidades para acabar con su vida, y David se sentía acorralado por la espada del propio rey.
Sin embargo, aún en esa muy complicada situación, David decidió confiar en Dios, con paciencia, este es el punto, paciencia. Sabía que Dios le libraría como lo habría librado de mano de sus enemigos , o de osos y leones.
Recordemos que no estamos solos y que Dios va con nosotros. Sólo abramos el panorama. No veamos nuestra limitación ni el tamaño de nuestro problema. Veamos a Jesús, El es la fuente de todo poder.

(El telón cae terminando la obra).