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Aquí están las sirenas
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 Article publié le 14 septembre 2004.

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Eres màs hermosa que el relincho de un potro en la montaña,
que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma.

Vicente Huidobro

Oh, tù, el màs odiado por las olas.

Cuando al fin dejes los undosos mares
y bajo el soplo de las frondas veas
que los idus de marzo han regresado,
entre tus manos toma siete piedras,
y tras rociarlas con sangre de un macho
carnìo, escupe en ellas y avièntalas
hacia atràs, sobre tus hombros, diciendo :
a la sirena Ligia, que òrfica
se desempeñò en la dulce flauta ;
a Partènope, diosa en la lira,
quien loca por tu amor muriò en la playa
mientras Leucosia recordaba a Troya ;
a Thalassa, crespa de olas glaucas,
a la indemne Ìtaca y a tu casa.

 

LA SIRENA AGLÁOPE EN RUNA RALA

Sou estrela ébria que perdeu os Ceus,
sereia louca que dixou o mar.
Mario de Sá-Carneiro
¿Canta la musa entre bancos de niebla ?
¿Son sus escamas la bullente espuma ?
Sus palabras ¿sólo un eco lejano
en el andar oblicuo de las olas ?
¿Es ella la que nada en la página
en blanco, como diosa del silencio,
evocada-invocada en un instante,
áulica y marítima, vestal
sirena ?
¿Es ella la que nutre de aridez
los sueños del poeta, quien le limpia
la sal de los ojos cada mañana,
quien ministra la tinta y el azogue,
y todo este barullo de palabras
como un mar a la deriva, en brama,
donde zozobran todos los poemas ?
Ea, Agláope, ahora canta.
¿Dónde esos hombres que buscan su Ítaca,
su luna rala, su día lóbrego
plantado como un tótem, su día tigre
que ahora huella la pavidez del agua ?
¿Dónde ese éxodo de olas altas
que carena el alma a mediodía
cuando al socaire cantan las sirenas ?
¿Alguien conoce su advocación
al viento, su dulcísimo plañido
aquí escrito en este paleograma ?

 

EPITAFIO DE LA SIRENA AGLAÓFEME

Para mi amigo poeta Raúl Garduño, postmortem (1945-1980+).
y navegó desoyendo Sirenas
y de allí lejos y hacia adentro
y hasta Cirse,
Venerandam,
E. Pound
Abrir los ojos aquí,
a los dieciocho grados veintinueve
minutos, con treinta y nueve segundos,
justo en la latitud norte del alma.
A los ochenta y ocho grados diez
y seis minutos , con nueve segundos,
longitud oeste, en el extinto
reino de las altas perenifolias,
en la ciudad infame que despierta
con humefacto olor de albañales.
Abrir los ojos aquí, en la singladura
de este día mórbido en desuso ;
en el ámbito inane del lagarto
que cambió el estero y los humedales
por una pestilente alcantarilla,
y ahora se le cura de úlceras
en el duodeno y vive como un cerdo
en un ruín chiquero de un hotel
de cinco estrellas.
Abrir los ojos, cuando el dugón
bucanea en ázimos bejucos
condones, credenciales de elector,
que al mar conducen sucias atarjeas.
Abrir los ojos aquí, en el arcano
orden de las abscisas marítimas,
en esta hora nítida, irreal,
entre la luz vibrátil de un día
cualquiera al aire libre, para ver
la chabacana gracia del delfín
en cautiverio besando a un turista
que llora al recibir tanta ternura.
Abrir los ojos aquí, en la palustre
hora difusa en que ocurre el arribo
de la tortuga blanca del caribe
a su santuario convertido en playas
privadas.
Eso sabe el yacaré que se duerme
aparentando un tronco sobre el agua.
El papán lo chacotea entre cogollos ;
el pitorreal por eso abandona
su hueco en el botán con todo y nido.
El perico cochá atrae gente
diciendo sus puteces en la calle.
La oropéndola no desgrana un canto
en su cuello lleno de delicadas
piedras ; el chombo que vuela en lo alto
pica impune el tirahule del niño
que no lo escupió para conjurarlo.
La garza ya no come las culebras.
Al caer la tarde pierde el albatros
la vida ahorcándose entre secas ramas.
El agreste venado tiene al miedo
como un barco hundido en los ojos.
Solo, el tigre se enreda en los bejucos
y su piel muerta a nadie ya le sirve.
Avanzan entre nubes lentamente
ciertas aves de noche migratorias,
duerme en círculos de cenizas vivas
la aldea esperando al huracán.
Abrir los ojos aquí.


 

 

(Del libro "Poemas provinciales")

HAY UN LUGAR

Hay un lugar,
donde los peces sonoros
se hunden transparentes en el aire,
donde crezco de tallo fijo,
en donde no somos
más que una caricia redonda que no cae,
que de por sí nos situamos
en la lágrima más próxima al olvido.
Pero nada de esto dijimos entonces.
El día quema sus últimos ropajes,
y llegamos al lugar donde pierde ligereza la marea,
donde antiguos caímos rotos de mirarnos,
de ser sinónimos de palabra y acto,
de cohabitar somnolientos
el tambor más alto,
y después de la llaga en turno
y del oleaje más íntimo,
lucir la señal,
la indumentaria donde anida frágil la palabra.

Ahora yo sólo sé
que las madreselvas madurarán
detrás de la memoria.
Que los árboles huirán turbios
en las manos del viento.
Que desde aquí,
en la hora non de las aguas perdidas,
antigua,
lentamente,
el mediodía revoloteará sobre la mesa.
Hoy llueve
y solo soy el único vigía en el naufragio.

traducido al portuguès por Marìa Josè Limeira

EM ALGUM LUGAR

Há um lugar,
onde os peixes sonoros
submergem transparentes no ar,
ali onde me elevo altaneiro,
onde não somos
más que uma carícia circunflexa que não cai,
e assim nos locupletamos
na lágrima mais próxima do esquecimento.
Mas, nada disto explicitamos então.
O dia queima suas últimas roupagens,
e chegamos ao lugar onde a maré perde a força,
onde antigos caímos em andrajos de mirar-nos,
como sinônimos de palavra e ato,
de coabitar sonolentos
o tambor mais alto,
e depois da ferida em turno
e da ressaca íntima,
fazer brilhar o sinal,
a indumentária onde mora a frágil palavra.

Agora só eu sei
que as madressilvas amadurecerão
no fundo da memória.
Que as árvores desertarão confusas nas mãos do vento.
Que a partir daí,
na hora crucial das águas perdidas,
muito antiga,
lentamente,
o meio-dia revoluteará sobre a mesa.
Hoje chove
e sou eu o único sentinela do naufrágio.

(Do livro "Poemas provincianos")



 

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