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De : Sueños enfermos - 1980. Inédito
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 Article publié le 12 mai 2010.

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Asedio

 

Lucho con una bestia de atroz poderío,

sostengo su asedio con fórmulas rituales

que nadie comprendería,

ancestrales actitudes indefinibles

que en mí crecieron en el peligro.

 

Ella desea mi servidumbre,

ella observa mi conducta, sumergida,

y cuando bajo al sueño como a una fuente

a reponer mi fatigada vigilancia,

la siento rondar felinamente,

escucho su voz hacerse dulce

para usurpar mi inconsciente albedrío.

 

A la soledad de las recónditas habitaciones

en la urbe soberbia de luz y sonidos,

a la ventana en que el mar parpadea

sus olas, su movimiento sonoro,

llega, a medianoche, sombrío,

un silencioso animal invisible.

 

Déjame, bestia, morir, olvidado,

debajo de todos los astros de rubios metales,

déjame solo en mi antigua atalaya

en donde espero desde hace tanto tiempo.

 

Yo sé tu elixir, tu dulce beleño

que rotura las tinieblas

y ahuyenta los pájaros quejumbrosos.

 

Pero no quiero tu frío dominio,

tu poderío salvaje educado

en las inaccesibles profundidades.

 

Retira tu asedio infructuoso

quebrantado por mis secretos ritos.

Desde el fondo obscuro de la tierra

salen raíces que me rodean

y anulan tu persecusión nocturna.

 

Mañana, quizás, en la alta torre

en donde espero desde hace tanto tiempo,

advenga una alianza que rompa por fin

para siempre tu insomne amenaza.

 

 

 

 

Forcejeo

 

Desordenadas ideas cruzan mi mente,

brillan y sucumben rotas de pronto

como pájaros muertos durante el vuelo.

 

Tarde ya en el alto sueño despierto,

y descubro que duermen conmigo

la angustia, el temor, el miedo cerval

de morir y de seguir existiendo.

 

Y los pensamientos destruidos

que quisieron hacerse acción, instancia,

he aquí que han regresado

y forcejean con mi voluntad dormida.

 

En el sueño la hora precisa

en que soy apenas, apenas,

en que podría asumir el control de mis actos

el más terrible instinto animal que poseo,

en que ha regresado a su cuna, en la jungla,

mi neutral naturaleza, educada

en el rigor de la abstinencia, entre los hombres.

 

Amada disciplina, vigila mis sueños infieles

donde ideas quebrantadas por la luz

acechan mi conciencia fatigada.

 

Y el amor a la intemperie salvaje

que guarda mi corazón secretamente,

dótalo de heroica fantasia,

ordénalo en mi onírico sistema..

 

Porque amo y no amo al animal que me habita,

odio y deseo su desnuda libertad

tendida sobre el mundo magníficamente.

 

Pero ya viene el alba, y allí, en su santuario,

reuniré mi voluntad jurando obediencia.

Un angel ciego reparte la luz del mundo.

 

 

 

He sobrevivido

 

He sobrevivido,

he roto el círculo hostil

de la pasion tumultuosa.

 

Días, meses, años profundos

acumularon su frío silencio

en mi boca,

noches de substancia amarga

tejieron su enredadera

alrededor de mi vida.

 

No quiero saber quién puso

flores marchitas

a las puertas del mundo,

la muerte en los cementerios

vigila y espera llena de ira,

inconmovible en su sabio dictamen.

 

Porque fueron multitud de pasos

sin dirección, errando,

aves enfermas

que no hallaron el rumbo

en la espesa bruma,

besos irredentos que esperaron.

 

Besos cuyo designio

nunca llegó, no supo.

Se perdieron esperando.

 

Diseminada ternura,

bocas de elixir remoto

interrogadas sin certidumbre,

oh dulce palabra de amor

rechazada en mi interior

por un juez incorruptible,

¡no era ella, no era ella !

 

No era el galope tenaz

de la sangre tumultuosa,

no era el abrazo febril

de la efímera alegría.

no era ella, no era ella.

 

Era su imagen grabada

con fuego racial, indeleble,

era el pacto primigenio

de la tierra matriz y su fruto,

cuando la luz lo inaugura, espantado,

y lo afirman sus férreas raíces.

 

Días de cruenta miseria

en el otoño imponiendo su hegemonía

sobre la tierra,

hojas secas que nimbaron

de su agonía mis horas neutrales,

¡he sobrevivido, he sobrevivido !

 

Noches hambrientas donde caí

forcejeando,

calles en cuyo vacío

detuve a descansar

mi asustado amor a ciegas,

¡he sobrevivido, he sobrevivido !

 

¡Calla !, retira tu cuerpo desnudo

de mi boca hambrienta,

nada puede tu forma imperial

donde quisiera quedarme,

oh amiga de donde retiro

mi licor y me interrumpo.

 

No exijas sumisión,

no pidas el fuego donde apenas

su tibia cascara te pertenece :

en mi remoto interior

donde mi humillada voluntad no alcanza,

la tierra sus ojos dulces,

los pactos inquebrantables.

 

Pero he roto el sello secreto

de mi sombrío poder atado.

Amiga, mañana te amaré hasta la muerte.

He sobrevivido.

 

 

Maraña

 

Camino en mi interior a ciegas

como a través de una densa maraña

cuyas raíces no reconozco,

un ángel de adusto ceño

llena de gritos mi boca

y me quema con su espada.

 

Señor de las grutas salvajes,

oh siniestro amo del mundo,

¿es verdad, dime, que no sé lo que soy,

que me busco en mi interior inútilmente ?

 

Mira, esta señal me la dieron,

–¡no sé ya hace cuánto tiempo !–

y nadie reclama en la tierra

su posesión, nadie ha perdido sus besos.

 

¿Quién eres, que vienes conmigo

y no vienes, y estás y te escucho,

y sigo tu sombra y me pierdo,

y regreso otra vez a la jungla gritando ?

 

Nadie camina conmigo a través de la noche

erizada de fechas hostiles cuyo retorno

haría rodar mi conciencia a la muerte.

 

Desde las entrañas silenciosas de la tierra

me llama la voz de los poetas muertos.

Ellos hicieron también algún día

esta ruta infernal que recorro

con la garganta llena de asustados gritos.

 

Hermanos, mi lucha un niño enfermo

que atraviesa la lluvia cantando,

un pájaro herido que trina

a la ventana de los cazadores.

 

Nada podría, en verdad, vuestro amor

que a través de la selva me busca

y toca mi corazón desamparado.

 

Porque voy en mi interior como a través

de un desierto de párpados muertos

buscando sin dirección mi sino extraviado,

mi propio ser perdido en el tiempo.

 

Y un ángel enemigamente mío

ama mi condición de siervo

con su espada de llamas obscuras.

 

 

Muchacha morena

 

Una muchacha morena

recibe mis húmedos besos

tendida en la tierra desnuda.

 

La primavera recién ha venido

y avanza su vuelo fragante

desenterrando la luz sumergida.

 

Oh niña cereal, en tu piel bruñida el trigo

sacude sus tibias espigas

y sacia mi sed despiadada.

 

De tus gemelos cántaros obscuros

recibo el agua invisible

que fluye desde el fondo de la tierra.

 

Sólo no me digas nada,

solo déja que sumerja

en tu cabello mis ojos dormidos.

 

Déjame sólo extraviarme en tu aroma,

anulada mi fría razón

por un golpe de esencias nupciales.

 

Y déjate amar descontroladamente

en la tierra desnuda tendida

como una flor morena inaugurada.

 

 

Substancia confusa

 

Deseos de confusa dirección

se acumulan en mi poderío,

substancias terrestres descontroladas

que pugnan hacia la luz, gritando.

 

Hay en su obstinada exigencia

un íntimo secreto cuyas claves

se abrazan a lo más abstruso

del ser que en mi interior huye sin rumbo.

 

Sé que muchos fantasmas

en mí se disputan la hegemonía,

que soy muchos seres que luchan

y se destruyen y se reconstruyen.

 

Tú serás esta noche el temblor

que precipite los frutos en celo.

Abre tu vida para encontrarme

reunido en un sólo golpe de esfuerzos.

 

Es cierto que es mentira tu camino

que quiero asumir, sin embargo,

como si fuera un anhelo supremo.

Dime que eres mi única certidumbre.

 

Mañana tal vez se desplome

para siempre mi enfermo sistema

y sobreviva el que tú rescataste.

¿Pero quién grita, qué conmueve mi existencia ?

 

 

Sumisión

 

Noche de férreos metales obscuros,

noche de acérrima propagación silenciosa,

hazme inmensamente fuerte

con tu alimento de harina implacable,

dótame de cósmico rigor

en tu clima de panteras procelosas,

disciplina mi substancia ciega

en tu horario de lentas penetraciones.

 

Tu cetro un planeta de seres difuntos

que oprimen la luz en sus ojos muertos,

seres que gravitan tactando el vacío

y hacen temblar de pavor mi sistema.

 

A tu indefinible ejército compacto

llega mi fiel obediencia y prosterna,

humillada, su sumisión hambrienta de imperio.

Tu discípulo soy, Coronado

de raíces nocturnas que crecen del cielo.

 

Dame tu enseñanza de metales muertos

que luchan con la luz adentro

de los párpados sellados por un dios terrible,

tu secreta doctrina llena de ritos

que asumen y conjuran lo inefable,

para vencerme y mirar sin espanto

mi ser sacudido de indómitas conflagraciones.

 

 

Una delgada voz

 

Una delgada voz

por el aire nocturno se estira

y alcanza mi corazón, y se aferra.

 

Es apenas un susurro femenino,

una sutil melodía que gime

desde una garganta sin rostro.

 

(Vienen del tiempo remoto

acentos quebrados que me conocen,

voces quejumbrosamente mías.

 

Una muchacha, tal vez, que esperó mi regreso

cantando en su ventana solitaria,

y no envejeció, no ha pasado el tiempo).

 

Ya no recuerdo quién fue la que fue,

ya no recuerdo quién puso en mi boca

sus besos juveniles, su promesa.

 

Es que tantas cosas han pasado,

de tal manera extravió entre los sueños

mi sino sus huérfanos pasos…

 

Y ahora esta voz que me busca

no sabe decirme, gimiendo,

un rostro de niño que llora.

 

Tal vez cuando fui lo que fui,

tal vez cuando nunca un regazo

donde posar mi cabeza y dormirme.

 

(Y tal vez me detuve en su boca,

tal vez sacudí con mis besos

su cuerpo, nombrándola mía).

 

Oh niña de forma inconclusa,

tu imagen un sueño roto de pronto

por pasos presurosos que se acercan.

 

Tu boca una fuente que busco

a ciegas entre multitud de besos,

tu corazón mi hogar errante.

 

Pero dime en tu voz la secreta señal

que haga abrirse en mi vida una llama

donde fosforezcan tus facciones.

 

Porque mudo es tu triste gemido

que se estira y me abraza

rodeando mi ser de misterio.

 

Y doloroso es buscarte

escarbando entre tantos recuerdos

que llenan mi corazón y lo desbordan.

 

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