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Cuerpo a cuerpo
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 Article publié le 7 septembre 2014.

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Está un campesino y hortelano de los huertos de ocio Don Ponce, en Capiscol, Burgos, conocido como “Cuelgacapas”, pues su cuerpo humano parecía una percha para colgar la capa u otras prendas de vestir, con un cuezo para colar, cual cuentahílos, vidrio de aumento para contar los hilos de un tejido, y , alrededor de él, cierto cordoncillo de hilo con el que recogía y dividía la madeja para que no se enmarañe, en una operación como numérica en que quería exponer uno de sus cálculos y su resultado con las tomateras y los puerros.

-No tengo que dar cuenta a nadie de mis actos, dijo al preguntarle que qué hacía, y que qué había hecho con la viagra, que si le había dado resultado.

Estaban con él, un gordinflón cachondo y muy majete, Danielón, a quien el trabajar la huerta le cansaba y aburría. El tenía muy presente la sentencia popular que dice refiriéndose a las esposas : “Mujer, si quieres ver a tu marido muerto, regálale un huerto”. También, estaba Jesusón, un tío echado para adelante, altanero, terco, y muy cuidado, con ideas y criterio fijos. Dice que el finiquito de su jubilación corrió de su cuenta, y que el patrón tuvo que firmarle entre dientes y mala uva, pues le puso una daga en el cuello, llegando al trance más arduo de firmar porque si no le atravesaba el cuello.

Se dice de él y de su huerto, no sé si es narración fantástica o inventada, que él no plantaba semilla alguna, y, sin embargo, era el de los que más frutos recogía. Y si le preguntaban, sobre todo uno, “Pecho Lobo”, que trabaja en un Banco de Alimentos, a él que es un ateo e indignado de los pies a la cabeza, qué que llevaba en la mochila, respondía :

-Estas piezas son para formar rosarios y objetos de adorno.

Yo había escuchado a algún viejo, sobre todo a uno que vendía sus productos a escondidas de la dirección, por estar prohibido, decir, cuando Jesusón salía del huerto :

-Esas son las cuentas que lleva el Gran Capitán.

Pero, volviendo al tema, sobre todo el de los puerros, decir que este hortelano campesino, pues tiene huertas y tierras en su pueblo, es una persona muy particular y determinada a anotar los gastos de semillas y abono que compra, oyéndole siempre refunfuñar :

-A buena cuenta hubiera yo comprado la viagra. Fue por vuestra culpa. La tomé y sólo me puso acalorado, sudoroso, asqueroso, pero en cuanto a la polla nada de nada. Tendré que ajustarle las cuentas al Laboratorio y a vosotros.

Hizo un silencio, y prosiguió :
- Después de meditar y convencerme, opté por echarlas a los puerros, que a lo mejor me salen largos y gruesos, que es como, eso dice Jesusón, le pasó a uno de su pueblo. Que estas pastillas son importantes para alguien o algo. Las tomé por vuestra consideración y ahora, que en resumidas cuentas no me ha hecho efecto alguno, las echo a los puerros, confiado en que salgan esbeltos, gordos y largos, como yo he soñado siempre con el mío, dijo, llevándose la mano izquierda a la entrepierna y, tocándose los huevos, hizo como señal de macho matasiete, espadachín, matón, fanfarrón, girando el cuello cual cierto pájaro cantor, confiado en que la viagra daría vida a los siete puerros, y surgiendo una mirada penetrante de la cavidad en que se mueve cada uno de sus ojos, como si de la cuenca de un río o mar se tratara, y una sonrisa difícil de descifrar de sus labios, parecida a la leyenda que está escrita en el ara del dios Airón en Uclés, Cuenca.

Los puerros se habían plantado junto a unas plantas de totuma o calabaza, que para él significaban “ los siete Condes” con los que Alfonso VI, los cuatro almorávides africanos, el infante heredero don Sancho y Motamid, rey musulmán de Sevilla, se beneficiaban de Zaida, hija de Motamid y mujer de Alfonso.

-Y ¿qué tal con tu puerro ?, le espetó Jesusón. A lo que él respondió :

-Tengo una especie de llaga en la punta del capullo, como la que suele formarse en la boca de los niños de pecho.

Sonrieron todos tan altos y recios que sus risas parecían contarse entre diéresis y sílabas “que”, qui, “gue”, “gui”.

-Nos tienes que hablar de esas tus aventuras amorosas, le dijo como rogando Danielón. Prosiguiendo : Nos dicen que tienes fama. Que eres una constelación peneal. Que en ti se cumple el proverbio : “Cual el cuervo, tal su huevo”. Y que tu polla, cual viga, aprieta bien los capachos, como en los molinos de aceite hace la piedra redonda.

- Arribaos, torgados, gritó “Cuelgacapas”. Que sí, que a mi me gusta el cuerpo a cuerpo. Que soy un plano del cachondo puterío callejero, Y, con firmeza, sentenciando :

“para la polla arriba
quiero mis mulas,
que la polla abajo
tú me la sudas”.
-Cuenta, cuenta, dijo Danielón con los ojos saltando.

-Cual Cuetzale, dijo, especie de ave de Méjico, he visitado muchas cavidades carnales y, como soy poeta dramático, en todas me he sentido como a la entrada de las Cuevas de Asta, en Mallorca.

-Qué cabrón, le espetó Jesusón.

-A quien más recuerdo ahora es a una guatemalteca, Mariana, que me dijo que fue secretaria de la gobernadora con la que se sentía víctima de la erupción sexual, como Pedro de Alvarado en la del volcán de Agua, en Guatemala. He visitado a muchas. Os diré, ahora, unas cuantas ; su dirección, mañana.

Hubo un silencio, y continuó :

-Os recomiendo a unas abuelitas “Chochitos Apretados”, que hacen unas mamadas divinas. También, a una burgalesa “Sólo Caballeros” que le gusta que se corran en su cara. A Carlota “Beso Negro” ; a Salina, “Culo Fiestero” ; a Erika “Chumino Soplapollas” ; a Hispania morganática, que saca hasta la hijuela de la caña de azúcar ; a Mariana “Coño Presbítero”, que hace fantasías virgueras a través del masaje anal, diciendo “aquí que no peco” ; a Negra “Ninfómana”, que aprovecha cualquier instante para cometer impunemente bellas y hermosas demasías.

-Háblanos más de Mariana, suplicó Jesusón.

-No sabéis lo maravilloso que es ver y sentir cómo Mariana, pepitosa cual gallina que padece pepita, quiso escribir, y escribió, en mis huevos con la lengua la inscripción “Gloria exercitus”, igual que en la famosa moneda de Constantino pepitario, a quien hacían flautillas con la caña de de su trigo.

 

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