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![]() oOo La poesía es cuestión de vida. De vida o muerte. Así ha sido para mí el encuentro con la obra de Santiago Montobbio, que diera inicio a principios del año 2011 a través de la traducción al francés, por Jean Dif, de tres de los poemas de La poesía es un fondo de agua marina. A partir de entonces –era abril, recuerdo- la obra del poeta barcelonés se convirtió en parte fundamental de mi existencia y he podido seguir el día a día de lo que ha ocurrido con la poesía de Santiago particularmente con la publicación de los cuatro libros de El Bardo. La poesía es un fondo de agua marina, Los soles por las noches esparcidos, Hasta el final camina el canto, Sobre el cielo imposible… causa estupor que leamos estos cuatro volúmenes, que recorramos los 942 poemas encontrando en ellos lo Uno y lo Vario, lo Uno y lo Diverso, el Universo. Que podamos leer esta poesía de tantas maneras, a veces como una apasionante novela, pero una novela que nos revelara las claves metafísicas de nuestro paso por el mundo. Dice Santiago en estos libros que “el arte es registro del tiempo, y el tiempo su sangre, su savia”. Los poemas registran la experiencia extraordinaria que vivió el poeta en esos meses de 2009 donde para él cada instante fue poético, cuando vivió “en un incendio, en un abismo”, cuando ya perfeccionado instrumento de sí mismo, Santiago Montobbio, tocó tantas verdades fundamentales que –así lo siento- descifró el sentido de la vida. Y de la muerte. Todo dice en estos libros, todo significa, todo se subraya, todo se anota, se remarca, se distingue. Cada una de sus letras es for the record, para la memoria, para la eternidad, para encontrarnos el alma. “El alma encontramos mientras a nosotros mismos nos leemos”. Porque la poesía de manar no cesa de estas manos, de este rostro, de este corazón. Porque así es o debería ser el hombre, así florecer, con ese dolor bello con que lo ha hecho Santiago Montobbio, bordeando la belleza dolorosa de la muerte, de la vida, del amor. Pocos, muy pocos, llegan donde el poeta ha llegado. Pocos, muy pocos, han tenido esa conciencia del dolor y del amor. En una reciente presentación de Sobre el cielo imposible, el escritor Francisco Javier Sancho Más, ha comparado su quehacer con el de San Juan de la Cruz. “Tengo un signo extraño en el destino”, dice el poeta en Hasta el final camina el canto. Eso extraño de su destino, eso extraño que nos transmite ha hecho que para mí la lectura de Santiago Montobbio sea cuestión de vida. De vida verdadera. Vida del espíritu engarzado en su materia pero siempre y a través de esos versos, consciente de la dimensión sagrada de la existencia. Es por ello que estos cuatro volúmenes, sublimes, tersos, físicos y metafísicos, son para mí revelación, flores o libros o tablas en las manos del profeta-poeta que con gesto sagrado ofrece a su hermano el hombre.
María García Esperón
(Palabras pronunciadas en la Presentación de cuatro libros de Santiago Montobbio en El Bardo en la Librería Juan Rulfo del Fondo de Cultura Económica en Madrid el 21 de abril de 2016)
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